Teoría del cisne negro: más allá

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En estos momentos que nos ha tocado vivir y en los que me siento bombardeada por una gran cantidad de información, opiniones y noticias, he decidido ser selectiva y quedarme con aquello que sirva para construir y avanzar.

De entre todo lo que he ido descubriendo y que me ha ido llegando, ha venido a mí y no por casualidad, ya que no creo más en la casualidad que en la causalidad, un interesante ensayo de Nassim Nicholas Taleb titulado “El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable” (2008). En él se dice, con gran acierto, que nuestro mundo está gobernado por lo imprevisto, y cito textualmente: “[…] el mundo en que vivimos tiene un número creciente de bucles de retroalimentación que hacen que los sucesos sean la causa de más sucesos, lo que genera un efecto de bola de nieve, que afecta a todo el planeta”. Es evidente que la teoría del Cisne Negro representa lo desconocido, lo abstracto y lo impreciso.

Así pues, he llegado a la certeza de que nos ha venido a visitar un cisne negro y con él, la necesidad de aprender a manejarnos en el complicado escenario de lo incierto. Y con él la necesidad de cambiar. De transformarnos. De reinventarnos.

¿Cómo se aplica la teoría del cisne negro a nuestra realidad?

Analizando la situación y observando lo que alrededor se va sucediendo desde el ámbito laboral, encuentro justo decir que se hace urgente trabajar como organizaciones ágiles. Si reflexionamos, el trabajo en remoto que estamos llevando a cabo durante esta etapa, hace que trabajemos siendo más efectivos, que, por ejemplo, las reuniones sean más cortas, en las que se “va más al grano». Ojalá que esta efectividad haya llegado para permanecer “el Día Después”.

He sido consciente de que se ha producido un cambio en esquemas y modos mentales, se ha echado bruscamente por tierra la creencia de que teletrabajar no era posible, que solo se podía hacer en contados casos. Ha venido un cisne negro para decirnos que no estábamos en lo cierto, que el freno a esta forma de trabajar venía de nuestros miedos personales, por la pérdida de poder, del control hacia los otros.

La teoría del cisne negro aparece para indicarnos que se necesita una nueva inteligencia emocional ante este nuevo paradigma de aprendizajes individuales y colectivos, y que tiene dos ejes en los que sustentarse: la conexión con el propósito de la organización y una mayor conciencia individual.

Y eso tiene que ver con:

  • Domesticar los miedos y dominar el ego
  • Disminuir la necesidad de controlar a la gente y apoyarnos más en ella
  • Confiar en el trabajo de los equipos autogestionados
  • Rectitud interna, la autorresponsabilidad, el sentido del deber como nuestra brújula interior
  • Construir nuevas fortalezas, desde el autoconocimiento, desde la autoconciencia
  • Saber navegar en la adversidad y a veces en la distancia y soledad
  • Seguir dando y recibiendo feedback a los equipos y a sus personas, para trabajar nuestro compromiso con las organizaciones
  • Crear y fomentar espacios continuos de conexión, necesitamos más que nunca, seguir sintiéndonos que formamos parte de algo más grande
  • Buscar los espacios de gol, esas oportunidades nuevas que por pequeñas que sean está ahí para ser descubiertas y abrirnos a nuevas posibilidades
  • En definitiva, cambiar de trabajar desde el tener al ser

Cómo superar al cisne negro y no perdernos en el intento

Hace poco escuché una reflexión que me gustaría, para concluir, traer aquí por oportuna. Cuando un funambulista salta de columpio a columpio para seguir realizando su ejercicio, tiene un momento, unas fracciones de segundo en las que necesariamente debe soltar un apoyo para agarrar el otro. Está en suspensión, literalmente en el aire durante segundos, ya que es forzoso para poder seguir avanzando. Y siguiendo este paralelismo, considero que, en este momento de incertidumbre, de riesgo, la necesidad de avanzar y de transitar por él, aunque nos quedemos algún tiempo en suspenso, es lo que nos permite seguir adelante.

La vida va de esto, de navegar en el mar del cambio, siempre confiando que, como el pájaro, no hay que temer que la rama quiebre, porque nuestra confianza no está en ella si se rompe, si no en nuestra capacidad de levantar el vuelo.

Bienvenido cisne negro.

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